miércoles, marzo 01, 2006

 

 114067431141159417 Consultorio CPI: Antonio Brú y su terapia contra el cáncer

Jesús nos lanza una espinosa pregunta:
Hola, suelo leer vuestra página, y me habeis hecho recuperar parte del sentido de la maravilla que tenía cuando pequeño, gracias...
Pero no era esa mi consulta, investigando por ahí he leido sobre una terapia contra el cancer que está investigando un fisico (no un médico, y por ahí le vienen muchas tortas, según dicen...), el doctor Antonio Brú (www.terapia-cancer.org) y quería pediros vuestra opinión.
Un saludo.

Bueno, Jesús. Aquí nos hallamos ante un tema complicado. Complicado, sobre todo, porque se habla de la salud de la gente con cáncer. Gran parte del follón que ha suscitado este tema es porque muchos pacientes con cáncer apoyan a Brú y se medican siguiendo su terapia, que no está ni mucho menos lo suficientemente estudiada. Ruego a nuestros lectores médicos (¡Shora! ¡We need you!) que corrijan las paridas que pueda proferir.

Brú comenzó proponiendo una nueva hipótesis: lo realmente importante en el crecimiento de un tumor sólido es el borde exterior del tumor. Así, el crecimiento de un tumor está influido más por las células sanas que se "come" en su frontera que por el aporte sanguíneo que recibe su núcleo. Si se consigue bloquear la frontera, de manera que el tumor quede aislado de las células sanas, el tumor se ahogará y el cáncer estará curado. Esta es la hipótesis. Para saturar a frontera de células, un colaborador de Brú propuso estimular la creación masiva de neutrófilos, un tipo de leucocitos que se adherirían a la pared exterior del tumor, aislándolo del tejido sano. En la actualidad hay medicamentos para conseguir esto, aunque nunca se han usado tanto tiempo como para producir un aumento tan considerable de los neutrófilos como el requerido por Brú.

En la foto de la derecha se puede ver a Brú con una pizarra en la que hay parte del desarrollo matemático de su hipótesis, que tiene toda la pinta de una ecuación en derivadas parciales de cuarto grado, supongo que relacionando la velocidad de crecimiento del radio con el área de la frontera, y algún factor extra que suma al final del segundo término. Como idea no está mal, pero desde que se tiene la idea hasta que se prueba en humanos deben pasar muchas cosas (pruebas con células in vitro en varias series y de varios tipos, pruebas con ratones, muchos ratones para garantizar la fiabilidad estadísitica, y sólo entonces, pruebas con humanos). El problema que ha tenido Bru es que tuvo dos éxitos, uno con células in vitro y otro con ratones, pero con muestras reducidas (una línea de células tumorales y dieciséis ratones. De los ratones se curaron dos y ocho redujeron el tamaño de los tumores, afirman). Luego, craso error, saltó a experimentar con humanos. Hubo una curación de un señor con cáncer de hígado, en el que el tumor, afirman, disminuyó de tamaño. Un sólo caso nunca significa nada en medicina. Podría ser que el cáncer estuviera mal diagnosticado (esas cosas pasan, muy pocas veces pero pasan). Podría ser que el tumor lo hubieran medido mal y no hubiera disminuido de tamaño (midieron desde fuera, sin abrir). Podría tratarse de un caso de remisión espontánea. Si mil se curan, ya no hay dudas: tu terapia funciona. Si uno se cura, o eso parece, aún no has demostrado nada. Sus colaboradores, gente solvente y prestigiosa, le dejaron tras ver que no cumplía con los protocolos médicos, no por ver que su hipótesis era una locura.

Toda la información que hemos recopilado se puede resumir perfectamente en los siguientes párrafos de otro artículo (excelente) del periódico El Mundo (con la salvedad de que confunden teoría e hipótesis, una vez más):
[...]La historia de Antonio Brú es el relato de una pasión que se inició, según él mismo cuenta, hace 12 años a raíz de una experiencia personal: la muerte de su abuela a causa de un cáncer. El físico, que entonces trabajaba en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), empezó a formular una teoría sobre cómo crece la masa tumoral e invade el tejido sano. Con el tiempo desarrolló la hipótesis de la dinámica universal del desarrollo tumoral. Básicamente sostiene que el crecimiento de la masa cancerosa está mediado por la presión que recibe del ambiente que la rodea (el tejido sano y el sistema inmune). Si no encuentra obstáculos, crece expandiéndose a través de su superficie a partir de los bordes, como lo harían las conchas marinas o los copos de nieve, siguiendo una dinámica regida por las leyes de la geometría fractal.

Es decir, según él, el tumor empuja al tejido sano y acaba ahogándolo. Esta teoría contraviene el pensamiento imperante que sostiene que la masa maligna se desarrolla a partir de su núcleo creando nuevos vasos sanguíneos que invaden el 'terreno' sano y la alimentan.

Para probar su idea, acudió al laboratorio y, tras una primera prueba, hace cinco años entró en contacto con José Luis Subiza, inmunólogo del Hospital Clínico de Madrid. «Había estudiado su teoría en una línea de células y quería ver si podía demostrarla en otras diferentes. Le facilité los medios para hacer los ensayos con líneas de células tumorales humanas y murinas [de ratones]», explica Subiza.

«Su idea era interesante desde el punto de vista físico y de modelización. Básicamente, lo que hicimos fue hacer crecer un grupo de células en unas placas de laboratorio y ver si evolucionaban como estaba previsto. La teoría se comprobó, pero el modelo de células tumorales que utilizamos no está validado en humanos», advierte el experto. Dicho de otra forma, no está demostrado que las células de un enfermo se comporten igual que las que se utilizaron en los cultivos para estos experimentos.

Fue de esta relación de la que surgió, «en el curso de conversaciones informales», la idea del factor estimulante de las colonias de granulocitos, el G-CSF. «Si de acuerdo a la teoría, los tumores deben ir liberando el espacio circundante para ir creciendo, Brú me preguntó de qué forma se podía construir una barrera para evitar el avance, qué podía haber capaz de ocupar ese hueco virtual. Le contesté que unos candidatos podían ser los neutrófilos, unas células del sistema inmune», explica Subiza.

«Sin embargo», se apresura a aclarar, «el papel de los neutrófilos no fue una consecuencia de los resultados experimentales en los que basa su hipótesis y en los que yo participé, sino fruto de una posibilidad altamente especulativa que surgió durante la discusión de las posibles implicaciones teóricas del modelo. Que yo sepa no ha habido estudios posteriores que demuestren su papel». El mismo le advirtió de que no veía plausible que utilizar un producto farmacológico para estimular la proliferación de neutrófilos, como el G-CSF, pudiera tener un efecto antitumoral: «ya se había investigado en el laboratorio y no había ningún resultado en ese sentido».

El experto, que reconoce estar «muy sorprendido» por el anuncio realizado esta semana por Brú, es claro: «No estoy de acuerdo en cómo ha procedido. Lo lógico es que lo hubiera intentado demostrar en más enfermos y que hubiera utilizado los cauces de divulgación científica, en vez de lanzar mensajes esperanzadores a los pacientes. Es un salto al vacío». En estos momentos, Subiza se desmarca completamente de Brú.

Lo mismo le sucede a su siguiente colaborador, José López García-Asenjo, miembro del servicio de Anatomía Patológica del Hospital Clínico de Madrid, con el que trató de confirmar su teoría, esta vez estudiando muestras de tumores humanos. La primera vez que Brú experimentó el G-CSF fue en 16 ratones a los que se les inoculó un modelo experimental de cáncer (no era un tumor humano). Parte de ellos fueron también estudiados por García-Asenjo. Fruto de esta colaboración es el artículo publicado en la revista 'Physical Review Letters' en el que se asegura que la enfermedad remitió totalmente en dos roedores y en otros ocho se redujo su tamaño.

García-Asenjo decidió no continuar al lado de Brú tras conocer sus intenciones de experimentar con pacientes, un hecho ante el que no oculta su disgusto. «Esos trabajos fueron muy preliminares, con pocos ratones tratados. La cosa debería haberse quedado en aumentar esas investigaciones iniciales, buscar una evidencia mucho mayor con una población de estudio más amplia y comprobar la reproducibilidad del hallazgo por otros grupos. Mi desacuerdo manifiesto surgió cuando con esos resultados Brú manifiesta la posibilidad de tratar humanos», afirma. [...]

Javier Armentia también ha hablado del tema en dos artículos (I), (II).

Mi opinión, personal e intransferible y perteneciente a alguien que no es médico, es que la terapia de Brú merece ser probada. Pero en condiciones, no como hizo él, tratando a un tío y publicándolo enseguida. Sus colaboradores, inmunólogos y oncólogos, dicen que sí, que en los contados casos en los que probaron funcionó, pero que de ahí no se puede deducir que vaya a funcionar en humanos. Pues bueno, era un buen comienzo. Habrá que probar. Es mi opinión y, comosiempre, puedo estar metiendo la gamba. Lo que no se puede es dar ánimos a los enfermos de cáncer diciendo que hay cura, como hicieron los medios tras la publicación del primer artículo de Brú.

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