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Esta entrada es más propia de Historias de la ciencia que de CPI, pero aún así, y con permiso de mi estimado Omalaled, me inmiscuyo en su terreno y les narro una historia que merece ser contada.
Normalmente, imaginamos a los científicos metidos en su laboratorio, entre matraces y platos de petri, con pelos a lo loco y batas. Los experimentos son crípticos, llenos de gráficas y garabatos, incomprensibles, oscuros...
Todos sabemos que la ciencia no es así (lo sabemos, ¿no?). Einstein era feliz haciendo ciencia en servilletas; se cuenta que una vez un estudiante llegó tarde a una cita con él y le pidió perdón por haberle hecho malgastar el tiempo. Einstein le dijo que no se preocupara, que afortunadamente tenía un trabajo que podía desarrollar estando sentado en un banco del parque. Feynman hacía ciencia hasta con las botellas de gaseosa en el comedor de la facultad...
La ciencia, estimados lectores, puede llegar a ser de alto copete. Que se lo digan si no a Doppler, autor del que es sin duda el experimento con más etiqueta de la historia.
Doppler llegó a una conclusión, tras observar sagazmente el sonido de objetos que se acercaban y alejaban: la frecuencia del sonido que escuchamos depende de la velocidad del emisor y el receptor. Doppler razonó unas fórmulas y se dispuso a comprobarlas. [Recordemos un poco de metodología: en ese momento, Doppler tenía una hipótesis, no una teoría]. Las fórmulas de Doppler predecían cambios muy concretos en la frecuencia del sonido emitido en función de la velocidad a la que se desplazaba el emisor. Para poner a prueba su hipótesis, Doppler se salió.
En un andén de una estación de tren, Doppler colocó a un grupo de trompetistas, perfectamente uniformados de gala, sobre un vagón descubierto, y a otro grupo de gente con oído absoluto en el andén¹.
Los trompetistas tocaban la misma nota mientras el vagón iba y volvía a distintas velocidades por el andén. En la tribuna del andén, un montón de músicos, también de punta en blanco, iban anotando las notas que oían. Me los imagino: -"Hegg Kowalskitz, yo diguía que eso ha estado un tegsio de tono pog ensima de un fa" -"Oh, nononono, Messieurrr Robignon, ha sido sin duda un cuarrrto de tono porrr ensima de un fa" -"Ni paga usted ni paga mí, lo dejamos en siete veiticuatgoavos pog ensima de un fa"...
Cuando terminó el experimento, que parecía un concierto al aire libre, Doppler recogió los datos de las velocidades de la locomotora y las notas que habían (valga la redundancia) anotado los músicos en tierra, y comprobó que encajaban perfectamente en sus fórmulas. El efecto Doppler había recibido su bautismo de fuego, en un experimento de gala.
¹Una persona con oído absoluto, dicho sea de paso, es alguien que oye una nota y sabe decir cuál es. Así, a palo seco. Como violinista (toco el violín, aunque ya quisiera yo poderme llamar violinista) yo mismo tengo un buen oído relativo; si oigo una nota y me dicen cuál es, podré identificar cualquier nota que venga después de ella. Pero de primeras dadas, no sé decir qué tecla ha apretado el pianista si estoy de espaldas. Se cuenta una anécdota, probablemente verídica, sobre Mozart. Cuando aún no tenía tres años, Mozart se hallaba con su padre y su hermana en la granja de un familiar. Un cerdo que había por allí soltó un sonoro gruñido y el renacuajo de Wolfgang, que casi no sabía hablar, gritó feliz: "¡Sol sostenido!, ¡Sol sostenido!". Trajeron un instrumento y, efectivamente, el cerdo había gruñido un sol sostenido...
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