Perdónenme, estimados lectores. Háganse a la idea. Lector obsesivo-compulsivo. Viaje en avión inminente, unas horas por delante y, por un error técnico a la hora de hacer la maleta, a los dos libros que van en la mochila les quedan menos de cincuenta páginas. Hay que comprarse otro libro para aguantar el viaje. Y claro, en el quiosquillo de la estación no hay mucho donde elegir. Descartadas las novedades a 27 eurazos, quedan los libros del fondo. Y ese es el motivo por el que hoy hablo de una bazofia de libro como este. Porque no pude encontrar otra cosa.
El libro pretende narrar historias reales en las que alguno de los protagonistas comete una o más estupideces. Una especie de premios Darwin, aunque no siempre haya riesgo de muerte. Pero la calidad del libro es ínfima. Un frotis de los detritus de cualquier suelo de alcantarilla pútrida nos proporcionaría material de mejor calidad que este libro. Baste decir que en las primeras páginas ya nos encontramos al menos cinco leyendas urbanas desmentidas por Snopes que el autor da por ciertas. Y lo peor es que cree (el autor) que tiene sentido del humor, con lo cual nos regala comentarios jocosillos en cada historia. En fin, no puedo seguir. Pongo el libro porque me lo he leido, para mi desgracia. En mi descargo diré que estaba deseperado y tenía que leer algo, tras repasar doce veces la revista de Iberia. Mi nota: ¡No! ¡Por Dios! ¡No lo compres!