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Sí, qué pasa. Leo varios libros a la vez y de cuando en cuando termino más de uno en el mismo día. Si además tengo gripe y leo ocho horas seguidas es normal, ¿no?
ME ENCANTA cómo escribe Lorenzo Silva [LS]. Bueno, me encanta a medias. LS escribe sobre Bevilacqua y sobre Marruecos. Y los libros de Marruecos me aburren. Pero la saga de Bevilacqua y Chamorro es la mejor serie policíaca de todos los tiempos (siempre según mi humilde opinión).
De nuevo, tenemos a un detective. Sólo que esta vez es un sargento de la Guardia Civil, Rubén Bevilacqua, y la cabo Virginia Chamorro, que quiso entrar en la Escala Superior de la Guardia Civil pero suspendió la oposición, por lo que decidió ingresar, aunque fuera de número. Porque ella quería ser guardia civil. Este libro es el "cuarto" de la serie. Los primeros son El lejano país de los estanques, El alquimista impaciente y La niebla y la doncella. Son las mejores novelas policíacas. LS escribe como quiere. Su estilo es ágil, rápido y a la vez sobrio, no como Reverte, que también escribe como quiere pero suele adornar más. Bevilacqua era un psicólogo en paro que opositó a la Guardia Civil y entró como sargento. El personaje es un tipo estupendo. Y la Chamorro es directamente mi tipo.
Como el propio autor aclara en el prólogo, ésta no es la cuarta entrega de la serie. La cuarta entrega está en proceso de preparación. Este libro es un interludio formado por cuatro relatos cortos que suceden todos en verano, desde 2001 a 2004. Son casos normalitos, que se resuelven rápido, pero en los que queda uno enganchado desde la primera línea. Nadie mejor que el autor para hacernos la introducción a la novela (prólogo extraído de la página del autor):
Hace ahora diez años, allá por el verano de 1994, entraron en mi vida Chamorro y Bevilacqua, la pareja de guardias civiles protagonistas de una novela que por entonces andaba maquinando, El lejano país de los estanques, y que escribiría finalmente a fines del verano del año siguiente. Esa novela, tras pasar el trámite ya casi proverbial de ser rechazada por algunas editoriales, la publicó en 1998 Ediciones Destino, y fue distinguida con el Premio Ojo Crítico de ese mismo año y la simpatía de la crítica y no pocos lectores. En el año 2000, una segunda novela con estos personajes, El alquimista impaciente, recibía el Premio Nadal y por ese camino acercaba a la pareja de picoletos a un público mucho mayor. Unos personajes surgidos casi por casualidad, en una especie de apuesta conmigo mismo por crear unos investigadores criminales genuinamente españoles, que indagaran casos acordes con la realidad actual del país en el que vivo, adquirieron así una importancia insospechada. Con ese estímulo, y el de mi propia complicidad con ellos, me sentí impelido a perpetrar una tercera novela, La niebla y la doncella, que ratificó el tirón de las anteriores y casi me convirtió en rehén del sargento y su ayudante. Desde que se publicó esta última entrega, el otoño de 2002, la pregunta que más me toca escuchar es cuándo saldrá la cuarta de la serie.
Lo primero que debo decir de este libro es que no es la cuarta novela de Chamorro y Bevilacqua, aunque en el momento en que redacto estas líneas estoy en ella y espero que acabe existiendo. Lo que aquí recojo son cuatro relatos de la pareja que en diferentes momentos, intercalados entre las novelas, fui escribiendo por motivos dispares, y que nunca antes habían visto la luz en un libro. La idea de reunirlos aquí, como ha sucedido en alguna otra ocasión, se la debo a los lectores, en concreto a los que, habiendo conocido alguno de estos relatos a través de la página de internet http://www.lorenzo-silva.com/, se mostraron interesados en disponer de ellos en el soporte tradicional. Apenas junté material suficiente para justificar un libro, me pareció que debía hacerles caso. El resultado es el presente volumen. El título, Nadie vale más que otro, está tomado del primero de los relatos, y es una afirmación que me parece representativa del talante y la filosofía vital del sargento. Los cuatro relatos, aun escritos en momentos diversos, entre 2001 y 2004 (uno en cada año de los que abarca ese periodo), tienen un doble hilo común: son todos ellos historias estivales, y los casos de que se trata no son esos crímenes recalcitrantes y a veces algo retorcidos que se suelen ingeniar para las novelas, sino homicidios cotidianos, hasta vulgares, de los muchos que los investigadores resuelven con relativa rapidez. Hay quien cree que sólo puede hacerse literatura desde la fantasía y la evasión de la realidad, ya sea reinventando el pasado a conveniencia u otorgándole al presente una faz anómala y forzadamente misteriosa. Pero Bevilacqua y quien le escribe creemos que el misterio que verdaderamente nos concierne es el de las cosas cotidianas, incluso el de las gentes y los asuntos vulgares y rutinarios, que sólo lo son, en el fondo, cuando vulgar y rutinario es el ojo que los mira.
Espero que el lector, y en especial el que ya lo es de antiguo, encuentre en estas páginas aquello que después de mucho pensarlo he llegado a creer que constituye el discreto encanto de este paradójico sargento (y ex psicólogo en paro) y de su concienzuda y ya insustituible ayudante: en cada cosa que hacen se les puede reconocer como gente cercana, como dos pringados que salen adelante como pueden, que aciertan tanto como se equivocan, y que son quienes son más allá de lo que les toca resolver y de los prejuicios que frente a su oficio puedan existir. En suma, y si se me permite la expresión, dos de nosotros.Sirva este libro (que sólo podía publicar Destino, la casa que confió en ellos cuando otros no lo hacían) para celebrar esos diez años y para agradecer la generosidad de tantos lectores.
Mi calificación para esta novela, y para las tres anteriores de la serie, es de imprescindible.
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